El doctor Sebastião Guerra acuerda la entrevista a las once de la noche. A esa hora acaba de finalizar su jornada y puede abrir un hueco antes de retirarse a descansar lo justo para empezar otra operación a las siete de la mañana siguiente. Guerra preside la Sociedad Brasileña de Cirugía Plástica, de 5.009 miembros. Entre todos ellos y un millar largo de intrusos o médicos no especializados practican más de 700.000 operaciones al año, en su inmensa mayoría con fines estéticos (no reconstructivos). De esas intervenciones, al menos 35.000 corresponden a pacientes extranjeros, aunque los números son en este punto inciertos por falta de estadísticas fiables, y algunas estimaciones incluso doblan la cifra.
En todo caso, Brasil es el mayor exponente de la explosión que la cirugía estética y el turismo sanitario están experimentando en determinados países latinoamericanos desde hace unos años. Unos precios mucho más bajos que los de Europa y sobre todo Estados Unidos; la posibilidad de combinar el quirófano con un poco de playa y otro de samba; los vuelos de bajo coste y la paulatina mejora en la calidad de la medicina privada explican el fenómeno. Asociaciones gremiales, agencias de viajes, aseguradoras, gestoras y gobiernos ven claro el negocio y ya se han puesto las pilas para encauzar el sector, sacarle tajada y regularlo para que no se desmadre, de todo un poco.
El punto de partida es una consideración favorable del turismo de salud, como prestación que se contrata entre usuarios y proveedores particulares y, por tanto, sin la negativa connotación que tiene en España y otros países con una robusta sanidad pública.
El Ministerio de Turismo brasileño, interesado como el que más en aprovechar el filón, lanzó en diciembre un “Cuaderno de orientaciones básicas del turismo de salud” en sus distintas variantes: una opción que eligen no menos de 70.000 visitantes al año según los datos oficiales y de 100.000 a 200.000 según fuentes profesionales. El boom empezó a mediados de la primera década del siglo, cuando en sólo dos años la demanda ascendió un 65%.
Los arreglos cosméticos a punta de bisturí se llevan la palma en la demanda foránea de servicios médicos en Brasil y el resto de los países de Iberoamérica con cierto desarrollo de la sanidad privada. Son, junto con los tratamientos dentales, la avanzadilla de una industria floreciente. Y, por volumen y prestigio, los hospitales y clínicas de Brasil son líderes regionales en esamodalidad quirúrgica, donde el país ocupa el segundo lugar en el ranking mundial por número de operaciones, por detrás de EE.UU. aunque en disputa con China. Según Sebastião Guerra, las intervenciones a nacionales y extranjeros están aumentando en un 12% anual.
Fuente y articulo completo en http://www.lavanguardia.com
Publicado el 03/08/2011